Libre
“Muerto pero mío” dijo para sí
mientras esbozaba una maquiavélica sonrisa que pasó desapercibida,
al igual que la furtiva visita del juez y los dos testigos, que
salían juntos por la puerta de atrás.
Antes de hacer pasar a la habitación a
sus recién estrenados hijos, se sintió liberada de aquel rijoso
anciano y lloró de felicidad, unas lágrimas muy valiosas para ser
convincente plañidera.
Con la cara humedecida, abrió la puerta y
comunicó la triste noticia con estudiada afectación. Mientras
pasaban todos para la vela, sintió una conocida calidez en el abrazo
del fornido enfermero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario