domingo, 22 de mayo de 2011

Rincones para disfrutar...

Nuestro país tiene una variedad de paisajes y lugares que lo hacen único. Estas vacaciones de Semana Santa tuve la ocasión de volver a visitar dos de ellos: Alarcón y Albarracín.

El primero de ellos, gracias a la gentileza de mi antigua compañera de trabajo Maribel, ya es la segunda vez que lo visito durante ese periodo de vacaciones.  Destaca por ser un pueblo pequeño, de calles empedradas, edificado en un alto junto a un río Júcar que lo rodea con sus meandros. Contiene un pequeño y encantador castillo, convertido desde hace años en uno de los paradores de turismo más coquetos que hay en España. Aquí lo podéis conocer en una espectacular vista panorámica.



Entre sus otros encantos, aparecen el recinto amurallado y sus varias iglesias renacentistas. Un caso único lo constituyen las pinturas murales de la iglesia de San Juan Bautista, del pintor contemporáneo Jesús Mateo, auspiciadas por la Unesco.  

Desde allí, y de vuelta a casa, rodeé Cuenca para dirigirme hacia otro de los lugares con un especial encanto y significado: Albarracín. En mitad de uno de los parajes naturales más bellos de los Montes Universales, se encuentra este pueblo, protegido por unas imponentes murallas de origen árabe. En él destacan el color rojizo de sus casas, el esmero en conservar fielmente su casco antiguo de empedradas calles, vigas y salientes de madera, etc. Aunque muy enfocada al turismo, aún existen pequeños rincones en los que aislarse del mundanal ruido. 




En sus cercanías, se encuentran parajes naturales de inusitada belleza, como los pinares que esconden el nacimiento del río Tajo y todo su curso alto. 

No tenéis excusa para no animaros a conocer estos dos pueblos de cerca. Animaos a hacer una visita... ¡No os decepcionarán!